La Alcaldia municipal celebra Monseñor Romero la semana del
profeta.
Oscar Arnulfo Romero Galdámez nació en Ciudad Barrios, San Miguel, el 15 de
agosto de 1917; era el segundo de ocho hermanos. Su padre se llamaba Santos
Romero y su madre Guadalupe de Jesús Galdámez. Era una familia humilde y
modesta. Su padre empleado de correos y telegrafista; su madre se ocupaba de
las tareas domésticas.
En 1937 Oscar ingresa al Seminario Mayor de San José de la Montaña en San
Salvador. Siete meses más tarde es enviado a Roma para proseguir sus estudios
de teología. En Roma le tocó vivir las penurias y sufrimientos causados por la
Segunda Guerra Mundial.
Oscar fue ordenado sacerdote a la edad de 24 años en Roma, el 4 de abril de
1942.
La primer parroquia a donde fue enviado a trabajar fue Anamorós, La Unión. Pero
poco después fue llamado a San Miguel donde realizó su labor pastoral durante
20 años. Impulsó muchos movimientos apostólicos como la Legión de María, los
Caballeros de Cristo, los Cursillos de Cristiandad y un sinfín de obras
sociales: alcohólicos anónimos, Cáritas, alimentos para los pobres.
En la época de las “cortas” mucha gente pobre llegaba a la ciudad. Monseñor
Romero abría las puertas del Obispado para que pudieran dormir bajo techo. Lo
que como sacerdote veía en San Miguel, como Obispo de Santiago de María los
seguía comprobando: pobreza e injusticia social de muchos, que contrastaba con
la vida ostentosa de pocos.
A pesar de la claridad de sus predicaciones, Monseñor, como Jesús, fue
calumniado. Le acusaron de revolucionario marxista, de incitar a la violencia y
de ser el causante de todos los males de El Salvador. Pero nunca jamás de los
labios de Monseñor salió una palabra de rencor y violencia. Su mensaje fue
claro. No se cansó de llamar a la conversión y al diálogo para solucionar los
problemas del país.
Su muerte causó mucho dolor en el pueblo y un gran impacto en el mundo. De
todos los rincones llegaron muestras de solidaridad con la Iglesia y el pueblo
salvadoreño. Él mismo dijo que si moría resucitaría en el pueblo salvadoreño.
Efectivamente, año con año mucha gente lo recuerda y celebra el aniversario de
su martirio.
En su entierro, el 30 de marzo, alrededor de 100 milpersonas se hicieron
presente en la Plaza Cívica (frente a Catedral), para acompañar a Monseñor
Romero. Los actos litúrgicos, se interrumpieron a causa de la detonación de una
bomba, seguida de disparos y varias explosiones más. La reacción de la multitud
fue de pánico, con la consecuente dispersión, atropellamiento, heridos y
muertos. Monseñor Romero fue sepultado apresuradamente en una cripta en el
interior de Catedral.
La Arquidiócesis de San Salvador ha postulado en el Vaticano la causa por la
canonización de Monseñor Romero. Para muchos, Monseñor Romero es un profeta y
un santo.